miércoles, 8 de febrero de 2017

“EL BIZCO PARDAL” José Ramón García Pardal



Nacido en Écija el día 9 de Diciembre de 1877 en la calle Moleros nº 5, hijo de Antonio García Fijo y de Maria de la Asunción Pardal y Bermudo. un defecto físico, unido al segundo de los apellidos del personaje, se convierte en apodo.
Cantaba y bailaba flamenco con mucha gracia , trató de ser torero y se quedó en becerrista. Una vieja placa fotográfica realizada en el estudio Saiz Herrera, en la Plaza de Villasis, 3, esquina a la calle La Plata, por el fotógrafo Francisco Vargas González, lo atestigua. Bizco Pardal, su nombre artístico, torea con el Rubiales y el Mauro. De su paso por el mundo del toro solo quedan sus anécdotas ,era un hombre ocurrente, un personaje de una gracia innata que vivía del mundo de la farándula, de las fiestas privadas y, especialmente, de los sablazos, aprendió a vivir sin trabajar. Sus víctimas solían ser siempre toreros de renombre como Belmonte, Joselito o Chicuelo.
Vivió en la Alameda de Hércules, en una casa de vecinos de la calle Oviedo, donde tramaba sus mangazos. Era vecino del abuelo de Caracol, El Águila, que era capaz de venderle el reloj del Ayuntamiento a Castelar. El Pardal se encontró en una ocasión con Joselito el Gallo y, de una manera totalmente improvisada, se echó a llorar ante él. José le preguntó el motivo de sus lágrimas y El Bizco le dijo que se le había muerto su madre y que no tenía dinero para enterrarla. Naturalmente, el hijo de la Señá Gabriela le dio quinientas pesetas, un cariñoso abrazo, y el pésame. Al mes o algo más de aquello, el torero estaba sentado en el velador de uno de los cafés que había en la Alameda, cuando vio estupefacto que El Bizco se paseaba tranquilamente con su madre por la soleada plaza, y enseguida supo que la madre del cómico era cualquier cosa menos un fantasma. José le preguntó, con la cara pálida: “¿No me habías dicho que tu madre se había muerto?”. En vez de derrumbarse y decirle que le había mentido porque no tenía qué comer aquel día, el célebre pícaro astigitano se lo explicó con total naturalidad: “Y era verdad, primo, pero los domingos la dejan salir del Huerto del Señor para tomar café conmigo, que estoy muy solito”. José se tronchó de la risa, claro.
Los toreros siempre han necesitado de válvulas de escape a sus oficios, y no es nada raro aceptar que cuando había oportunidad de pasarlo bien, o se encontrase con José Ramón, fuera una excusa estupenda de que le contara algunas de sus cosas, que mas bien que chistes , eran anécdotas puras que le habían pasado o alguna invención suya. Murió joven,en Sevilla, con 50 años, el 16 de Agosto de 1927.

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