jueves, 22 de septiembre de 2016

LA MEJOR TARDE DEL ALGABEÑO



Y precisamente fue una tarde como para perder la afición, la serenidad y la noción del tiempo y del espacio. Porque fue en Barcelona, la luctuosa tarde del 7 de octubre de 1900, en la que José García, Algabeño, y Domingo del Campo, Dominguín, se encerraron mano a mano con seis auténticos toros de Miura, cinqueños, bien puestos de pitones y con las arrobas que marcaba el Reglamento. Por aquel entonces, cuantos aspiraban a ser figuras del toreo, o lo eran ya, solían frecuentar el mano a mano y lidiar loros de Miura, y aun despachar seis a fin de temporada, para demostrar a la afición sus arrestos, sus facultades y, en general, su justificación del alto puesto que tenían o al que aspiraban. Harto conocida es la triste efemérides. El primer toro —Desertor— cogió, en el primer quite, a Dominguín, y desde el primer instante supo Algabeño el trance de muerte en que su compañero y amigo se encontraba. Pero, a pesar de la terrible impresión y de haber quedado de único matador de seis miuras, no cedió la valerosa fibra de gran torero de la Algaba. Se adornó, con notorio lucimiento, en los quites. Cuajó seis faenas, coreadas por el público, que colmaba el coso. Los seis toros murieron ¡de seis estocadas! Y con el galardón,de cuatro orejas!, salió de la Plaza a hombros de los entusiasmados espectadores. Tomen nota de este recuerdo los toreros bisoñes, los "comodones" y los "aprovechones" de una fiesta que llevan a la decadencia entre ellos, por falta de lo que a Algabeño le sobraba —pundonor— y por exceso de lo que los toreros de antaño tenían en consideración escasa: administración.

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