martes, 5 de agosto de 2014

JOSE CREUS "EL CUCO"


José Creus fue un torero que, si no rindió a la Tauromaquia el tesoro inapreciable de un arte excepcional, ni añadió al ejercicio. de la profesión cosa alguna que le permitiera alcanzar fama inmarcesible, fue en su condición de subalterno una honrada actividad, que obtuvo en cierta época el beneplácito de todos los aficionados. El apodo «Cuco» es muy antiguo. El primero en ostentarlo fue un banderillero llamado Francisco Azucena, víctima del toreo por la cornada que con fecha 5 de junio de 1940 recibió de un toro del duque de Veragua en la Plaza de Madrid; pero quien le dio toda la notoriedad apetecible fue Francisco Ortega, diestro gaditano y banderillero notabilísimo entre los mejores del siglo XIX. 

Otros «Cucos» salieron de Cádiz y llevaron el apellido Ortega, tan es así, que no parece sino que éste se hallara vinculado a tal apodo; pero el que ahora exige nuestra atención era de Sevilla, y respondía a un apellido de indudable ascendencia catalana. Se dedicó a las lides taurinas desde muy joven, y no con gran aprovechamiento, porque a causa de su disposición física se movía torpemente, y los toros le tropezaban a menudo, razón por la que no faltaron los que aseguraron que fracasaría, teniendo en cuenta que la ligereza es una condición muy necesaria para los toreros de a Uno, de los que predijeron que alcanzaría pocos éxitos felices con los toros fue Antonio Carmona, «el Gordito»; pero hubo de rectificar su juicio, en vista de los adelantos de José, hasta calificar como milagrosa la evolución operada, por lo imposible que en un principio parecía. Y hasta tal extremo progresó, que Fernando Gómez, «el Gallo», le incorporó a su cuadrilla en cuanto pudo apreciar sus aptitudes. Estuvo en México y en Cuba; al separarse del «Gallo» formó parte de las huestes de Antonio Arana, «Jarana», y cuando éste confirmó en. Madrid, el 26 de octubre de 1890, la alternativa que quince días antes recibiera en Sevilla, el «Cuco» hizo su presentación en el ruedo madrileño, y banderilleó al toro cuarto de la corrida, llamado «Zurdo», con Antonio Zayas, y alsexto, de nombre Azuceno, acompañado de «Blanquito», reses ambas de la ganadería de don, Luis Mazzantini. Se presentó en la Plaza madrileña modestamente; mas a fuerza de afición y derroche de voluntad consiguió abrirse camino, y en el año 1892 ingresó en cuadrilla tan, importante como la de Antonio Reverte, el cual no se recataba para alabar las condiciones que acornaban a José Creus, una de ellas, fuera del ruedo, la modestia. Pero poco habría medrado con ella de no disponer de los medios necesarios para prestar excelentes servicios a los matadores que le tu-vieron a sus órdenes, casi todos ellos de sólida reputación, pues al salir en 1896 de la cuadrilla de Reverte, entró a formar parte de la Antonio Fuentes, con el , que estuvo hasta el año 1902. Mientras tuvo por jefe a Reverte formó pareja con Francisco Sánchez, «Currinche», y los dos tuvieron, que luchar con la popularidad que rodeaba por entonces a los famosos banderilleros José Moyano y Manuel Rodas, pertenecientes ambos a la misma cuadrilla. Ovacionados estos dos, a veces exageradamente, «Currinche» y «El Cuco»» tenían que hacer proezas para no pasar inadvertidos, sin dejar de exponer ni de clavar tan buenos pares como aquellos populares banderilleros. A este propósito, es pertinente poner de resalto. lo que «Currinche» y «El Cuco» brillaron en la corrida decimocuarta de abono, verificada en Madrid la tarde del 8 de octubre de 1893, en la que Mazzantini, Valentín Martín y Reverte lidiaron toros del duque de. Veragua. El sexto animal, llamado «Podenco», jabonero sucio, corniavacado, corto de defensas y de buen tipo, aunque tenía poder en la cabeza, fue blando en demasía, salió suelto, de la suerte de varas, e hizo siempre cosas de huído, pues tornó las tablas varias veces y atropellaba cuanto encontraba a su paso, por cuya razón sufrió poca castigo en los puyazos que le pusieron «Charpa», «Parrao» «El Chato» y «Agujetas», Llegó a banderillas en mala disposición, y tomaron los palos «El Cuco» y «Currinche», quienes comprendiendo que para quedar airosamente había que entregarse a tan cobarde animal, así lo hicieron, al meterle mano con imponente valentía y clavar tres soberbios pares con enorme riesgo, los cuales merecieron otras tantas ovaciones. Tuvo siempre «El Cuco» un capote muy eficaz, y estuvo en toda ocasión muy bien colocado en el ruedo, circunstancia de subido valor en una época en que el poder de los toros que se lidiaban exigía una brega dura e inteligente. Con los palos no era pinturero ni sabía hacer florituras, sino que se limitaba a citar desde el terreno conveniente, arrancaba seguro, llegaba guapamente a la cabeza de los toros, y puede decirse que se «hartaba» al meter los brazos, pues en frecuentes ocasiones, por invadir tanto la jurisdicción de aquéllos, corrió el peligro de una cogida, y por tal motivo sufrió en Pamplona la del 7 da julio del año 1902, de un toro del conde de Espoz y Mina, que le infirió una cornada grave en el cuello. Por cierto que el mismo toro, llamado «Presidiario», había cogido antes al espada Antonio de Dios, «Conejito», y le había propinado tan grande paliza, que, de lo quebrantado que le dejó, no pudo torear en mucho tiempo. Un subalterno de a pie que, como «El Cuco», en su deseo ole ser breve, invadía terrenos peligrosos, tenía facultades y poseía conocimientos para bregar con acierto y hallarse siempre donde hacía falta, forzosamente había de ser útil a todo matador, y no es de extrañar, por Consiguiente, que espadas tan calificados como Reyerta y Antonio Fuentes le llevaran tanto tiempo en sus respectivas cuadrillas. 

Poco después de aquel percance de Pamplona se retiró del torea para dedicarse a otras actividades. Da las dos parejas formadas por «Currinche» y «El Cuco» y por Moyano y Rodas, era esta segunda la que tenía que hacer más pronto llamadas a la atención y la que más fácilmente podía triunfar; «Currinche» y «El Cuco» eran más bien bajos que altos de estatura, de anchas espaldas, de nada gallardo continente, y Moyano y Rodas, en cambio, más jóvenes, de figura airosa y bien proporcionados, daban mayor realce, desde un punto de vista estético, al acto de poner banderillas. Pero, a la larga, los que triunfaban eran los que aparentemente quedaban oscurecidos, porque su inteligencia les permitía ganar la voluntad de sus jefes, ya que, merced a ella, prestaban a éstos valiosos servicios y facilitaban sus triunfos. es que la inteligencia puede compararse a veces con la previsión de una buena ama de casa, la cual, en momentos determinados, aprovecha todo lo que fue recogiendo y guardó clasificado en su hogar. En nuestra larga vida de aficionados hemos conocido a bastantes toreros subalternos cuyos consejos fueron utilísimos a los matadores. Y uno de tales toreros fue este «Cuco» sevillano con apellido catalán.

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