miércoles, 16 de abril de 2014

LA ACCIDENTADA CORRIDA DE LA MUERTE DE "LITRI"


Empezó a proporcionar disgustos desde que se inició la organización las corridas de invierno en Málaga no fueron nunca negocio para la empresa. Tenían, eso sí, un interés propagandístico para el inigualable clima de la ciudad, y también para los diestros que en allá actuaban, porque, como era el único espectáculo taurino del día, la prensa dedicaba gran espacio a la reseña y a la crítica. Y como en aquellos tiempos, contrariamente a lo que ocurre en los actuales, los toreros que aspiraban a figuras, e incluso los que ya estaban considerados como tales, lo justificaban pasando, o aproximándose, del centenar de corridas toreadas, les interesaba comenzar pronto la temporada. Por ello las corridas de invierno en Málaga se solían organizar a base del modernizado tanto por ciento, con lo cual las pérdidas se repartían entre todos. Para el año 1926 se había decidido no celebrar espectáculos hasta Resurrección. Las figuras se hallaban por América. Marcial Lalanda, cumpliendo sus deberes militares, y Manolo «Litri», aun aceptando el tanto por ciento, no garantizaba, con su solo nombre, el interés de las corridas.

 La casa de "Litri" en el Barrio de San Sebastian en Huelva, observese los crespones negros.

Y, sin embargo, se organizó, a la postre, y en ella perdió la vida el valeroso torero de Huelva, y la empresa en la organización sufrió grandes contrariedades y disgustos. El primero, tener que organizarla de prisa. El siguiente relato lo hace el que fuera redactor de “El Ruedo” Juan Cortés: “Yo iba todas las tardes, como redactor de «La Unión Mercantil», a visitar al general Cano Ortega, gobernador civil de Málaga. Coincidían conmigo los redactores de otros periódicos, y juntos hacíamos la información. Pero una tarde el comandante Casero, ayudante del general, salió al antedespacho donde esperábamos los periodistas y dijo: —Juanito, el general que entre solo. Esperen ustedes un momentito—agregó dirigiéndose a los otros compañeros. —Le voy a dar a usted una noticia —me dijo Cano Ortega— que no es publicable todavía, y de la que no debe usted hablar más que a sus compañeros de empresa taurina... Es casi seguro que los reyes vendrán a Málaga en la primera quincena de febrero próximo. Y, naturalmente, habrá que dar una corrida de toros. —No es cosa fácil, don Enrique —le contesté—, porque una corrida regia ha de tener un cartel con las figuras máximas, y éstas se hallan casi todas en México. —Casi no son todas... ¿Cuáles tenemos en España? —Marcial Lalanda y «Litri». —Pues ya está. Con ellas dos y un tercero la combinación queda bien. —Pero es que Marcial está cumpliendo su servicio militar y tendría usted que conseguir para él un permiso del ministro de la Guerra. —Yo expondré el caso al presidente —el presidente, como es sabido, era Primo de Rivera—, y él se encargará del asunto,Y empezamos el calvario.

"Litri" es trasladado a la enfermería después de la cogida.

El permiso de Marcial no fue cosa fácil, por razones que no son del caso, y hasta se me quiso convencer para que lo sustituyera con otro torero. Me costó no pocas conversaciones con el general Cano Ortega para que éste hiciera comprender al ministro de la Guerra que en una corrida regia no podía faltar la gran figura que era Lalanda. El inolvidable Sanjurjo echó una manita, y lo de Marcial quedó arreglado. También conseguimos el contrato de «Litri», luego de vencer no pocas dificultades, porque don Manuel Pineda, su apoderado —antiguo de Joselito»—, le gustaba dilatar la terminación de los contratos, lo que en aquellos tiempos daba postín y categoría.
Pero lo que nos dio más disgustos fue el tercer puesto, para el que había, naturalmente, docenas de candidatos, cada uno de ellos con muchos amigos influyentes. Optamos, al fin, por Zurito, con la esperanza de que traerla muchos aficionados de Córdoba. La adquisición de la corrida hizo adelgazar varios kilos a Félix Álvarez, mi compañero, que tenía a su cargo en el negocio todo lo que con el ganado se refería. Ningún ganadero quena dar toros para corrida de tanta categoría, alegando, y no faltaba a la verdad, que en el mes de febrero era difícil disponer de seis reses bien presentadas. Por fin, Juan Soto, nuestro representante en Sevilla, encontró una del marqués de Guadalets. —Tiene usted que venir a verla, don Félix —le dijo en conferencia telefónica -, para ver si usted convence al marqués del cambio de algunos toros. Y a Sevilla fue don Félix, consiguiendo que un novillote medio gordo, pero muy corto de defensas, fuese sustituido por un toro de los que se estaban preparando para las fallas de Valencia.
Pero estaba escrita que el torito viniera a Málaga. Cuando se llevó la corrida a Los Merinales, para encerrarla, porque entonces no había, como ahora, camiones con cajones que van a recoger a los toros a sus casas, el que se había sacado para sustituir al chico, como no estaba hermanado con las reses de Maleza, acometió a éstas, y en la lucha resultó herido, y el cornicorto que fue llevado a Los Merínales corno sobrero tuvo que ser traído a Málaga, con gran júbilo, después, por parte de las cuadrillas, que a la hora del sorteo pedían a Dios que le tocara a su «mataor». La suerte quiso —la fatalidad, ¡ay! — que el agraciado fuese Manolo «Litri», al que los individuos de la cuadrilla felicitaron, augurándole un gran triunfo, porque el bicho, además de cornicorto, habla hecho en el enchiqueramiento cosas de toro bravo. La bondad del cartel, y más todavía, la asistencia a la corrida de Don Alfonso y Doña Victoria, llenaron casi totalmente la Plaza y la totalidad, sin casi, del castillo de Gibralfaro, desde donde se ve poco más de la mitad del circo taurino. La gente iba con ganas de divertirse, y los toreros, dispuestos a dar una gran tarde de toros, «Litri» echó por delante el toro cornicorto, que, respondiendo a las esperanzas de los que presenciaron por la mañana las operaciones de enchiquero miento, fue muy bravo.
En el tercio de quites se lucieron los tres matadores y «Litri» salió con la muleta, luego de brindar a los Reyes, dispuesto a. hacer una faena memorable, La inició con un ayudado por alto, que llamaban entonces «el de la muerte» —porque se daba con los pies juntos y clavados en la tierra—, y desgraciadamente lo fue para el torero de Huelva. El toro se vencía por el lado derecho y enganchó a Manolo por una pierna, volteándolo aparatosamente. Llevado a la enfermería, de ésta salió después a noticia de que el torero tenía simplemente, una cornada en el muslo. Pero ni se habló de peligro inminente, ni aun siquiera de gravedad, y la corrida continuó entre aplausos para los toreros y ovaciones a los Reyes cuando aquéllos les brindaron sus toros. En el cuarto estuvo a «punto de ocurrir una tragedia, pues el animal saltó la barrera y metió la cabeza por una de las salidas de las puertas que dan paso a los tendidos, cuyos cerrojos habían dejado abiertos los carpinteros durante el descanso en el tercer toro, y que yo, providencialmente, había echa-do, al advertir la negligencia, unos minutos antes del salto del cornúpeta fue, pues, milagroso que el toro no saltara a los tendidos, como ocurrió años después en una novillada con «Litri» y Aparicio, Por una negligencia similar. La tragedia fue evitada, pero surgió la inesperada: la muerte del pobre «Litri» a causa de una complicación, contra la que nada pudo la Ciencia. Fue el último gran disgusto de los muchos que proporcionó la corrida regia de Málaga el año 1926”.

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