miércoles, 30 de octubre de 2013

Pablo Herraiz y el sombrero de copa.

 Foto: Pablo herraíz,en el objetivo de uno de los primeros fotógrafos taurinos: el francés Juan Laurent.


27 de Octubre de 1859 - Hazaña de Pablo Herraiz en banderillas El banderillero quiebra en Madrid con los pies metidos en un sombrero de copa. 

Pablo Herraiz por Alfredo Pérez

Pablo Herraiz, nacido en Madrid el 16 de abril de 1830, y muerto en su ciudad natal el 7 de enero de 1885. Fue uno de los subalternos más destacados de la segunda mitad del siglo XIX, de lo que queda constancia en el hecho de que, habiendo sido tan sólo un torero vestido de plata, ha pasado a la historia del la tauromaquia por sus buenos oficios de banderillero, sin estar relacionado con ningún episodio particularmente recordado por su condición sangrienta o anecdótica.


Su protector fue el valiente espada madrileño Ángel López (“Regatero”), quien, cuando era todavía banderillero, introdujo a Pablo Herraiz en la cuadrilla en que él militaba; al frente de la misma, como maestro de ellos dos y figura indiscutible en su tiempo, figuraba otro coletudo madrileño de extraordinario renombre: Cayetano Sanz y Pozas. Con tan buenos padrinos y tan expertos maestros, Pablo Herraiz destacó muy pronto en la brega y el banderilleo de las reses (aunque nunca llegó a tomar la alternativa, como lo haría al poco tiempo su amigo y protector “Regatero”). Fue muy aclamado por su valor y virtuosismo a la hora de parear al quiebro, suerte recientemente inventada por el matador sevillano Antonio Carmona y Luque (“El Gordito”). Los cronistas de aquellos tiempos lo pintan ejecutando uno de esos pares al quiebro con los pies juntos y reunidos en el estrecho hueco de un sombrero de copa, alarde que exhibió en la plaza de toros de Madrid el día 27 de octubre de 1863.

Tanto sobresalía Pablo Herraiz a la hora de clavar los garapullos, que cuando abandonó la cuadrilla de Cayetano Sanz pasó inmediatamente a alistarse en la del torero que por aquellas fechas (1863) estaba considerado como el número uno del escalafón, Francisco Arjona Herrera (“Curro Cúchares”). A la muerte de éste, acaecida en 1869, se ganó un puesto fijo al lado de otro de los inmortales del toreo decimonónico, el granadino Salvador Sánchez Povedano (“Frascuelo”), a quien acompañó por todos los ruedos de la Península desde 1870 hasta el 30 de octubre de 1884, fecha en que se celebró en la plaza de Madrid la reaparición del diestro granadino. Aquella fue la última corrida en la que intervino Pablo Herraiz, que falleció a comienzos del año siguiente, el 7 de enero de grave enfermedad.
Pablo  Herraiz, Frascuelo y Valentin Martin



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