jueves, 17 de octubre de 2013

BELMONTE, 100 AÑOS DE ALTERNATIVA



16 de Octubre de 1913 - SE CUMPLEN 100 AÑOS de la Alternativa del Pasmo de Triana Vestido de salmón y oro, toma la alternativa en la plaza de toros de Madrid el diestro trianero, Juan Belmonte. Fue padrino de ceremonia Rafael González “Machaquito”, que sin previo aviso se cortó la coleta después de actuar en este festejo, y testigo Rafael “El Gallo”. El toro de la cesión se llamó “Morenito”, de la ganadería de Eduardo Olea.

Las ciudades de Sevilla y Madrid conmemoran estos días con actos de diversa índole el centenario de la alternativa del legendario torero Juan Belmonte, que se cumple este miércoles, 16 de octubre. En Sevilla se inauguró anoche una exposición sobre la figura del diestro trianero y de su eterno rival, el también sevillano Joselito el Gallo, cuyo centenario de alternativa se celebró el pasado año. Bajo el título “Joselito y Belmonte, una revolución complementaria. 1914-1920”, y organizada por el ayuntamiento de Sevilla, la exposición permanecerá abierta hasta mediados de diciembre en dos sedes distintas. En Madrid, el mismo día en que se cumplen los cien años de la alternativa de aquel al que llamaron el Pasmo de Triana, el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid dedicarán una placa en su recuerdo en la fachada del número 42 de la calle Alfonso XII, donde Belmonte tenía su casa en la capital de España.

La quietud de Belmonte, el inusitado temple con que toreaba con la capa y la muleta y el ostensible patetismo de su débil figura enfrentándose a los toros, dieron a la tauromaquia un inédito rango estético que la adentró en la modernidad. Durante siete temporadas mantuvo una gran rivalidad, que dividió a los públicos, con el poderoso y complementario Joselito el Gallo, que también hizo grandes aportaciones técnicas y profundos cambios estructurales en el espectáculo. Admirado y reconocido como gran revolucionario del toreo, y protagonista de cientos de libros y ensayos sobre su figura -entre ellos, la famosa y brillante biografía escrita por el periodista Chaves Nogales-, Belmonte se suicidó en su finca de «Gómez Cardeña», en el término sevillano de Utrera, el 8 de abril de 1962.

En la llamada Edad de plata, desde la muerte de Gallito hasta 1936, cuando todos querían torear como Juan, es cuando más percances mortales se produjeron en la historia del toreo.

Belmonte define el miedo: "El día que se torea, crece más la barba. Es el miedo. Yo lo conozco bien. Es un íntimo amigo mío. El miedo llega sigilosamente antes de que uno se despierte, y en ese estado de laxitud, entre el sueño y la vigilia, en que nos sorprende, se adueña de nosotros antes de que podamos defendernos de su asechanza.

COSAS DE BELMONTE Su banderillero Joaquín Miranda, después de la guerra, ocupó el cargo de gobernador civil de la provincia de Huelva y como tal le tocó presidir un festival benéfico al que asistía Juan Belmonte con un amigo no versado en cuestiones de tauromaquia. Había este señor oído campanas acerca de la biografía del gobernador rehiletero, pero no sabía dónde, y viéndolo en el palco presidencial, le preguntó al Pasmo de Triana: «Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador ha sido banderillero suyo?». Belmonte le respondió con su laconismo conceptista: «Sí». Y el otro insistió: «Don Juan, ¿y cómo se puede llegar de banderillero de Belmonte a gobernador?». A Juan le salió el genial tartamudeo de Demóstenes de la generación del 98 y respondió: «¿Po… po… po cómo va a sé? De… de… degenerando…».
La cantante Rocío Jurado le dedicó «Ay! Soledad» en su disco «Con Mis Cinco Sentidos» en 1998.

Achero Mañas, en la adolescencia y juventud, y Lautaro Murúa, en la vejez, interpretan al torero en la película de Juan Sebastián Bollaín titulada Belmonte (1995).

El grupo pop madrileño Gabinete Caligari escribió una canción sobre su suicidio, titulada «Sangre española».

La Niña de Antequera cantó «Recordando a Belmonte».

El cantante de copla Rafael Farina le dedicó «La muerte de Juan Belmonte».

En la película Medianoche en París (de Woody Allen), Belmonte es interpretado por el actor Daniel Lundh.


Los terrenos que pisaba Belmonte nadie los había hollado hasta entonces. La supresión del movimientos de piernas da paso al juego de brazos, de los largos brazos de Belmonte, que aún vuela alto las telas, siempre por delante de la cara del toro. Nace el temple: «Puedo decir, sin jactancia, que toreé despacio y limpio a toros fuertes y rápidos. Cuando el acierto y la inspiración fueron mis acompañantes, el lento andar del engaño que mis manos movían regulaba la velocidad del toro». El dramatismo, el patetismo de su figura desgarbada, su debilidad de piernas y su tacto de manos, frente al poder apolíneo de inteligencia superior de Joselito. Lo nunca visto frente a la sabia lidia, y desde ahí Juan fue hacia José, y José hacia Juan. Las cinco verónicas belmontinas sin enmendarse en la vieja plaza de Madrid en 1913 marcarían el rumbo del toreo. 
Cruzaban de noche el río, dejando la ropa en la ribera, y sin más atuendo que las alpargatas, pasaban horas entre los cardos hasta conseguir apartar una res y torearla con la chaquetilla de Riverito, que era el mayor. Así fueron los comienzos de Belmonte, durísimos y aventurados, fuera de la ley, de los horarios normales, de la lógica alimenticia y hasta de la esperanza, porque Belmonte estaba convencido de que nunca llegaría a ser torero. Su padre se arruinaba poco a poco, cargado de hijos, mientras Juanito dormía de día y se jugaba la vida de noche, toreando cualquier fiera en las marismas a la luz de la luna o , si no había luna, de una lámpara de carburo. Se iba haciendo mozo, pero no gallardo. Comido por el hambre, dominado por la timidez y por una ambición inconcreta, aquel rebelde del Altozano tenía la estampa de un faquir con mandíbula redundantemente regia, entre Austria y Borbón. De parecer Habsburgo tardío le salvaba una mirada buída y oscura, de animal muy toreado y lleno de mataduras. Nadie creía en él, salvo Calderón, un banderillero del Espartero, que fue su padrino en las tertulias sevillanas.
«¡Mátame! ¡Mátame!» Tras un disparatado debut en Elvas, pudo, a trancas y barrancas, empezar a torear con nombre propio o prestado, en sustituciones granujientas.Y cuando por fin se coló en una novillada de la Maestranza, le echaron los dos novillos al corral. Ante el segundo, tras sonar el tercer aviso, tiró la espada, se hincó de rodillas, acercó la cara al testuz de la fiera y se puso a gritarle: «¡Mátame! ¡Mátame!». El animal, mucho más prudente que el novillero, se volvió a los corrales sin mancharse las astas. 
Tras la cogida mortal de Joselito, el 16 de mayo de 1920, Belmonte siguió en activo, pero nunca se sobrepuso a su muerte. No tardaría en tomarse un respiro y, tras actuar en América en 1922, dejó de torear. Reapareció el 25 de mayo de 1925 en Alicante. Aunque su toreo conservaba perfección y hondura, la falta de rivales y de nuevos retos le abocó a un nuevo retiro en 1927. Volvió, una vez más, en 1934, para retirarse definitivamente el 29 de septiembre de 1935. Tras la Guerra Civil toreó en festivales y rejoneó a caballo. Tuvo ganadería en su finca Gómez Cárdeña en Utrera, Sevilla, donde pasaba la mayoría del tiempo, que alternaba con estancias en Madrid, frecuentando intelectuales y artistas. Siempre, sobrio en el gesto, parco en palabras y añorado de los aplausos irresistibles de los ruedos.
- Ahora, Juan, ya sólo te queda morir en la plaza.

- Se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda.

JUAN BELMONTE Y RAFAEL EL GALLO


Juan Belmonte organizó un festival a beneficio de Rafael El Gallo, en el que intervino él mismo como Rejoneador, siendo un éxito económico importante.

Tras el festival se reunieron varios de los organizadores para ver el modo de liquidar los beneficios a Rafael. Algunos propusieron entregarle cantidades mensuales, conociendo lo generoso del carácter del torero. Otros que fuese semanalmente, y Belmonte dijo:

— “Lo mejor es dárselo diariamente y, a poder ser, la mitad por la mañana y la otra mitad por la tarde”
El último «paseíllo" de Belmonte—Belmonte, «Niño de la Palma» y Manolo «Bienvenlda», antes del paseo, en la corrida celebrada el 29 de Septiembre de 1935 en la que Belmonte se despedía del publico.

La foto que aqui ven corresponde al 9 de Junio de 1924, tras dos años de ausencia reaparecio como rejoneador en la Maestranza y a beneficio de la Bolsa de Caridad de su Hermandad del Cachorro. Según cuenta Chaves Nogales., en el libro biográfico ( escrito autobiograficamente ) del maestro que tras un triunfo enorme de Juan Belmonte, sus "devotos taurinos" fueron a Santa Ana y le pidieron al párroco que les dejara el paso de una hermandad de gloria para llevar al torero por el barrio. El párroco escandalizados los arrojó del templo y les dijo: "¡Blasfemos! ¡Cuidado que pedirme el paso de la Virgen para Belmonte!, !Hombre !, si por lo menos fuera para Joselito el Gallo."

Al hablar tenía Juan Belmonte un tartamudeo leve que daba a sus frases un sentido corto y ceñido, como si torease. Hablaba por medias verónicas y recortes. Y hasta a veces, hablando, molineteaba.

Las golondrinas asustadas levantaron el vuelo. El trueno de la detonación atravesó el aire, y Sevilla se vistió de luto. El 8 de abril de 1962 caía abatido por su propia mano Juan Belmonte (Sevilla,1892-Utrera, 1962) en la soledad de su finca de Gómez Cardeña.Las golondrinas alzaron el vuelo asustadas aquel 8 de abril de 1962. «Muere sin toro y sin tarde, tu verónica en el aire», cantó Farina.

Diario "La Vanguardia" al publicar la noticia de la muerte de Belmonte se decia que era por ataque al corazon



"En Norteamérica, fui entrevistado por un periodista yanqui, que mientras hablábamos no hacía más que mirarme de arriba abajo y remirarme con una insistencia y una estupefacción francamente molestas. Me observaba atentamente y luego preguntaba en inglés al amigo que nos servía de intérprete: «¿Y este es el rey de los toreros?». volvía a mirarme de una manera impertinente, me confrontaba con un retrato mío que llevaba e insistía: «¿Está usted seguro de que es este el rey de los toreros?». Me di cuenta de su estado de ánimo y me puse de mal humor. Me levanté dando por terminada la entrevista, y pedí al amigo que traducía la conversación: «Dígale a usted a ese tío que sí, que soy el rey de los toreros... ¡Qué no me mire más! Dígale también que los toreros no tienen que matar los toros a puñetazos, y, por si es capaz de comprenderlo, dígale, además, que el toreo es un ejercicio espiritual, un verdadero arte. Y que se vaya».

"Nueva York no me gustó. Demasiado grande y demasiado distinto. Ni aquellas simas profundas eran calles, ni aquellas hormiguitas apresuradas eran hombres, ni aquel hacinamiento de hierros y cemento, puentes y rascacielos era una ciudad. Va un hombre por una calle de Sevilla pisando fuerte para que llegue hasta el fondo de los patios el eco de sus pasos sonoros, mirando sin tener que levantar la cabeza a los balcones, desde donde sabe que le miran a él, llenando la calle toda con su voz grave y bien entonada cuando saluda a un amigo con quien se cruza: «¡Adios, Rafaé...!», y da gloria verlo y es un orgullo ser un hombre y pasear por una calle como aquella y vivir en una ciudad así."
"Y esa emoción que le hace a uno acercarse al toro con un nudo en la garganta, tiene, a mi juicio, un origen y una condición tan inaprehensible como los del amor. Es más: he llegado a establecer una serie de identidades tan absolutas entre el amor y el arte, que si yo fuese un ensayista en vez de ser un torero, me atrevería a esbozar una teoría sexual del arte; por lo menos, del arte de torear. Se torea y se entusiasmaa los públicos del mismo modo que se ama y se enamora, por virtud de una secreta fuente de energía espiritual que, a mi entender tiene allá, en lo hondo del ser, el mismo origen. Cuando este oculto venero está seco, es inútil esforzarse. La voluntad no puede nada. No se enamora uno a voluntad ni a voluntad torea.


En Lima yo me encontré en uno de los momentos de más exuberancia de mi vida. Toreé nueve corridas, alternando en casi todas ellas con Fortuna, Chiquito de Begoña y Alcalareño. Fueron otros tantos triunfos. Un revistero de Lima escribió que yo salía a torear como si fuese a conquistar a una mujer. Y, efectivamente, conquisté una: la mía."
 

"Este pintoresco concepto del dinero del torero está tan arraigado que hasta el mismísimo Estado lo comparte. Hace poco quise impugnar unas tarifas de contribuciones que me habían impuesto arbitrariamente. Me quedé estupefacto cuando oí al recaudador que me decía como todo el mundo:

-«Pero, hombre, a usted ¿qué más le da? ¡Si con torear un par de corridas más tiene todos los problemas resueltos!»
Y por esto sí que no paso. Me niego a que el Estado y el Municipio y la Diputación tengan ese concepto liberal de mi dinero. Pase que haya que torear para ayudar a unos infelices que, en fin de cuentas, forman el pedestal del torero. ¡Pero me niego a dar una sola verónica en beneficio del Estado!" 

Rafael "el Gallo" le llamaba "este" y decía que era como un hermano chico; a lo que Belmonte decía "querrás decir un hemano grande" porque él se había hecho cargo de el Gallo y sus finanzas procurando que viviera con dignidad a pesar de que el Gallo casi se había arruinado. 

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