martes, 12 de marzo de 2013

CESAR RINCÓN: BAUTISMO DE SANGRE EN MADRID
César Rincón era un novillero anónimo e ilusionado en Madrid cuando le sorprendió el bautismo de sangre. Y no por culpa de una res brava, sino por la paliza que le dieron los policías nacionales en una manifestación que recorrió el centro de la capital en 1981.
El torerillo nada sabía de la algarabía. Víctima de la candidez, se topó con los gases lacrimógenos y la carga expeditiva de los maderos, llamados así entonces por el color marrón de los uniformes. Quiso aclararles Rincón que él era un simple viandante y que nada sabía de la revuelta. No lo dejaron de hablar. Y lo acosaron como los miuras de unos sanfermines hasta arrinconarlo en un portal.
Se presentó llorando y ensangrentado al hostal donde residía. Acudieron a consolarlo la señora Lidia, que regentaba el negocio, y otras mujeres que se trabajaban la calle. "¿Quién te manda meterte en una manifestación?" "Niño, dedícate a torear", le decían.
Diez años después, aquel novillero retaco y de piel oscura se reencontraba con la policía. Los nacionales procuraban el paso como una imagen de semana santa. Porque César Rincón abría de par en par la puerta grande de Las Ventas y se convertía en el héroe de la década.

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