viernes, 23 de diciembre de 2011

UNA CONTRATA DEL «MAURO»

El Mauro ha sido uno de los tipos más origínales qué nacieron en tierra de Andalucía, y su popularidad corre parejas con la que alcanzaron en otros terrenos los más famosos lidiadores de reses bravas. Pocas años hace que murió Mauro seguramente que en Jerez, su pueblo natal, no se habrá perdido la memoria de tan insigne novillero.
Porque Mauro mataba novillos por matar el hambre; y sin repulgos de conciencia, me atrevo á declarar que mejor mataría el hambre, si ocasión tenia para el caso que mataría novillos, aunque ocasión se le diera, alguna, ya que no tuvo muchas veces.
En la hermosa vega de Jerez, donde se crían los mejores vinos amarillos del mundo, se recuerdan hoy con especial regocijo las innumerables agudezas, las Infinitas ingeniosidades — ingenio legítimo — las «cosas», en fin, del novillero Mauro.
Porque Mauro tenia «cosas», y por virtud de este privilegio qué la Humanidad sólo concede a los elegidos en su gracia, por su frescura ó su entendimiento despejado y agudo, vivió siempre el buen jerezano en relativo desahogo, aunque la miseria tocaba frecuentemente con su mano descarnada en la puerta de su zaquizamí. Con referir una de las muchas «cosas» del Mauro quedará pintado el carácter del famoso novillero, y nadie podrá llamarse á engaño cuando oiga relatar hazañas y proezas del célebre Mauro.
El ayuntamiento de Bornos, para celebrar no sé qué fausto acontecimiento ocurrido en aquélla, no sé si muy heroica villa, acordó, entre otros festejos, organizar una media corrida de toros, cuyos gastos sufragarla la caja municipal.
Reunióse el cabildo en sesión extraordinaria, y comisionóse al alcalde y al secretario para que ultimaran los detalles de la fiesta taurina y propusieran al concejo«todo lo que considerasen pertinente para dar al gran espectáculo lucimiento mayor».
Discurriendo sobre el caso secretario y alcalde, hubieron de pensar en el diestro Mauro, que si su fama de matador no había traspasado los limites de su pueblo, en cambio era popular en toda la provincia por sus graciosas salidas de tono, y especialmente, esto era lo que mas importaba a los dignos Individuos del concejo de Bornos, porque el Mauro tornaba por un«pedazo de pan», que no á otra cosa aspiraba su desvencijarlo estómago.
Y á Jerez fueron alcalde y secretario con los bolsillos llenos de pesetas y el ánimo pletórico de júbilo, pues á mucha honra tenían ellos la comisión recibida del municipio de Bornos Et municipio gozaba de mayor y mas envidiable reputación, por su seriedad y diplomacia entre todos los pueblos d« aquella comarca fértil y extensa No tardaron en avistarse con el Mauro los concejales de Bornos. Nuestro famoso novillero tomaba café en el mejor establecimiento del pueblo, y a las primeras palabras se puso a disposición de los comisionados. El alcalde tosió tuerte y enjaretó a Mauro el discursito improvisada durante su viaje que hicieron en pocas horas alcalde y secretario, jinetes en sendas cabalgaduras.
— Oye, Mauro — exclamó ceremoniosamente el alcalde — el Ayuntamiento de Bornos, que aquí representamos mi amigo y yo, ha pensado en ti para que torees tres toros en la corrida que esta organizando.
Ya sabes tú que aquella tierra es famosa por los buenos toreros que dio á España, y creo que á mucho orgullo debes tener el que por tus naturales méritos tal pensamiento haya tenido el municipio de Bornos... Tú mataras tres toros... — Ostés me mandan — interrumpió Mauro confuso y avergonzado.
— Vamos á lo que importa — siguió el alcalde — Vamoz donde quieran... — ¿En cuánto estimas tu trabajo, corriendo de tu cuenta dos banderilleros y un picador? Mauro quedóse pensativo. Se paso dos ó tres veces la mano por los labios y murmurar, entre dientes: — Dos banderilleros .. un picaor... tres toros... — Eso es. — Puez... diez mil reales.
A punto estuvo el bueno del alcalde de dar en el suelo con BU respetable humanidad Tan grande fue la impresión que le produjo las palabras de Mauro. — ¡Diez mil reales. . . ! — dijo con voz desfallecida — Zi, zeñó.. . diez mil reales—repitió tranquilamente el novillero. El secretario, hombre listo y sagaz, que aunque de menos peso administrativo que el alcalde, pesaba en cuanto a gramática parda mucho mas que él, terció de improviso en la conversación, metiendo muy oportunamente un capote en auxilio de su jefe. — Mira, Mauro. La caja de nuestro ayuntamiento no está para bromas de ese calibre. Tenemos poco dinero y muchas obligaciones. . . — Lo comprendo, zi,zeñó.. . lo comprendo, — Así es — continuó el secretario — que nosotros, por matar tres toros y llevar por tu cuenta dos banderilleros y un picador, además de pagar los gastos de posada los dos días que estéis en Bornos, os daremos, para los cuatro, noventa reales . . . ¿Te conviene? Mauro abrió los ojos con estupefacción, se puso pálido de contento, se levantó rebosando alegría por toda su cara, y alargando la mano á sus interlocutores, exclamó al fin: — ¡Bazta la palabra de loz hombre!. - .
Y á la semana siguiente -se celebró la media corrida y Mauro, aunque con vilipendio, despachó sus tres, toros, y el ayuntamiento por mano de su presidente, después de pagar los gastos de la posada, dio á la cuadrilla cuatro duros y medio, y Mauro regresó a Jerez más satisfecho que un canónigo y mas alegre que unas castañuelas, pidiendo al cielo que le proporcionase muchas corridas así, porque lo que él decia: — De menos noz hizo Dios, y noventa reales son noventa reales después de too. . . ; cuatro duro y medio!. . .
Y ahora pregunto yo: Entre esos diestros que hoy alborotan y presumen, que cobran muchos miles de reales por corrida, y que van siempre rodeados de innumerables devotos y admiradores, ¿no habrá algún Mauro, que si las «cosas se pusiesen mal», torearía por noventa reales y aún por menos? No aludo a nadie. Pero recapaciten los héroes del día sobre el contrato de Mauro que acabo de referir, y el que ni de cerca ni de lejos se vea en él comprendido, y el que se crea libre de pecado, que levante el dedo y que tire la primera piedra. Piedra que no descalabrará a nadie, porque estoy bien. seguro que ninguno la ha de tirar.
DON MODESTO
“LA LIDIA” 19/04/1897

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